No son pocas las personas que ya han podido ver la imponente belleza del nuevo Estadio Nacional de Brasilia Mané Garrincha, e impresionarse con ella. Desde su inauguración —hace exactamente un año, el 18 de mayo de 2013, con la final del Campeonato Brasiliense—, el recinto ha recibido más del doble de espectadores de los que habían visitado el antiguo estadio en sus 36 años de existencia. Se trata de un nuevo punto turístico y un nuevo elemento en la vida de toda la capital federal, y, especialmente, de un hito en las vidas de quienes han ayudado a construir una de las canchas más bonitas de Brasil.
14.000 obreros participaron en la construcción del estadio, escenario del partido inaugural de la Copa  FIFA Confederaciones Brasil 2013 y que albergará siete partidos de la Copa Mundial  Brasil 2014. Ahora, cuando se celebra un año de su apertura, son ellos los homenajeados en un documental que acaba de estrenarse en São Paulo, Río de Janeiro y Brasilia: Operários da Bola (“Obreros del balón”).
“Es una película sobre soñadores. Una película sencilla, con gente noble, de grandes sueños”, cuenta su directora, Virna Smith. “Ellos aman el estadio que han construido porque aman esta materia prima: el fútbol”.
Cada piedra, un personaje
Y entre quienes han ayudado a construir el nuevo orgullo de Brasilia abundan historias que, por sí solas, merecerían un documental propio. Es el caso, por ejemplo, de Sidney de Matos da Silva, de 39 años y oriundo de Bahía, uno de los operarios más veteranos —fue contratado el 1 de septiembre de 2010— y que aún sigue trabajando en el estadio.

Entre las miles de toneladas de materiales empleados para edificar el nuevo Mané Garrincha, desde pequeños tornillos hasta la más compleja estructura metálica, todo pasó por la atenta mirada de Sidney, encargado de materiales de la obra. “Hacer un estadio para un Mundial es algo histórico, que probablemente solo haré una vez en la vida. Podré contárselo a mis hijos y nietos”, dice emocionado Sidney, que participó en todas las etapas de la ejecución del proyecto. Todo el esfuerzo ha valido la pena. Con el salario recibido, Sidney podrá terminar sus estudios universitarios de contabilidad. “Por dos veces pensé en dejarlo, pero aquí también encontré apoyo para continuar”.
Y la relación de Sidney con la estructura del Estadio Nacional Mané Garrincha es comparable a la de Antônio Aparecido Vieira da Silva, de 35 años, con el césped. Es uno de los encargados de su mantenimiento, y participa en los procesos de poda, fertilización, aplicación de productos agrícolas y plantación de nuevas mudas, todo ello siguiendo un estricto cronograma desde que llegaron los tepes, procedentes de Sergipe, en abril de 2013. “Descargamos los remolques con los rollos, que debían pesar unos 500 kg”, bromea. “Dio trabajo, pero cuando vi extendido el tapiz tuve una sensación muy agradable del deber cumplido”.

Y el próximo paso es el más importante: dejarlo todo perfecto para los siete partidos que se disputarán en el estadio durante el torneo mundialista: el primero será el Suiza-Ecuador del día 15, seguido del Colombia-Costa de Marfil, el Camerún-Brasil, el Portugal-Ghana, un choque de octavos de final, otro de cuartos y el encuentro por el tercer puesto. Hasta entonces, Antônio no dejará de esmerarse en los cuidados del césped. “La tensión es enorme, porque me preocupo. Todo tiene que estar perfecto cuando llegue el gran día”.

Estas hermosas historias personales son ya innumerables, transcurrido un año con el Estadio Nacional de Brasilia Mané Garrincha como emblema del fútbol brasileño. ¡Y eso que el gran día todavía no ha llegado!